jueves, 14 de marzo de 2013

La clave del éxito en el matrimonio




Por Tomás Melendo


Castidad conyugal: "Amor triunfal de dos personas sexuadas".
Hablar de castidad en pleno siglo XXI puede parecer chocante y anacrónico. Tal vez porque, erróneamente, ese término suele aludir a un conjunto de negaciones del todo ajenas al amor, hasta acabar por identificarse con la pura y simple abstención del trato corporal.
Refiriéndola a los casados, y con palabras que recuerdan las antes citadas, la castidad conyugal sería la virtud que hace posible y facilita que a los quince, veinte, veinticinco o muchos más años de matrimonio, cada esposo se encuentre tan enamorado del otro y éste le resulte tan atractivo, en todos los sentidos del término, como aquel día ya lejano en que los dos quedaron recíprocamente prendados; o mejor, porque es más cierto, mucho más amable y arrebatador que entonces, por cuanto el cariño prolongado le ha conducido a descubrir y ahondar en su riqueza personal y en su hermosura más real y certera.
La castidad, por consiguiente, es algo grande, excelso, positivo, que no se limita o resuelve en un conjunto de prohibiciones y que va mucho más allá de los dominios de la mera genitalidad. Su objeto propio, como el de toda virtud, es el amor: En este caso, el amor de dos personas sexuadas -varón y mujer- y justo en cuanto tales. Y su fin, hacer que se despliegue y fructifique ese cariño en todas y cada una de sus dimensiones, no sólo en las directamente relacionadas con el trato corporal ni genital.
Acrecentar el cariño
Se entiende entonces que el principal y más definitivo acto de esta virtud consista en fomentar positivamente, con las mil y una finuras que el ingenio enamorado descubre, el amor hacia el otro cónyuge.
Por eso, para vivirla en toda su grandeza, es oportuno que cada miembro del matrimonio dedique expresamente todos los días unos minutos a decidir aquel o aquellos detalles de cariño y delicadeza con los que dará una alegría al otro y elevará la calidad y la temperatura del amor mutuo; como también que ponga todos los medios a su alcance para que esas manifestaciones de afecto decidido lleguen a cumplirse, teniendo en cuenta que si no se empeña en darles vida es muy posible que el trabajo y las demás ocupaciones las dejen en simple "buena intención".
De manera similar, un marido enamorado tiene que estar dispuesto a repetir muchas veces al día a su esposa, junto con otras manifestaciones de afecto, que la quiere. ¡Claro que ella ya lo sabe! Pero necesita de forma casi perentoria que semejante confirmación gozosa le entre por los oídos muy a menudo: es una delicadeza aparentemente mínima, pero que la reconforta y le da vigor para seguir en la brega, a veces ingrata, de sacar adelante con bríos renovados el hogar y la familia. Y el varón, por su parte, además de agradecer también en muchos casos la declaración paralela de su esposa, necesita pronunciar esas palabras para reforzar, mediante la afirmación expresa y materializada, los quilates de su amor y de su fidelidad.
Además, y por poner otro ejemplo, marido y mujer han de esforzarse asimismo con frecuencia por sorprender a su pareja con algo que ésta no esperaba y que revela su aprecio e interés por ella. No sólo en los días señalados, en los que esas manifestaciones "ya se suponen", sino justo en aquellos otros en los que no existiría ningún motivo para tener una atención especial... ¡excepto el cariño enamorado de los cónyuges, siempre vivo y siempre creciente! Teniendo en cuenta, por otro lado, que lo importante es ese fijar la mirada en el otro, dedicarle tiempo y atención, y no necesariamente el valor material de lo que se ofrenda.
En la misma línea, para vivir la plenitud del amor que aquí estamos considerando, resulta imprescindible que los cónyuges sepan encontrar ratos para estar, conversar y descansar a solas, en las mejores condiciones posibles, venciendo la pereza inercial que a veces pudiera acosarles. Sin hacer de esto un absoluto, sino a modo de simple sugerencia, una tarde o una noche a la semana dedicada en exclusiva al matrimonio, además de facilitar enormemente la comunicación, constituye uno de los mejores medios para que la vida de familia -y, por tanto, el cariño hacia los hijos- progrese y se consolide, hasta dar frutos sazonados de calidad personal. Por eso, la solicitud y el mimo a la propia pareja debe anteponerse a las obligaciones laborales y sociales y, si valiera la contraposición un tanto paradójica, incluso al cuidado "directo" de los niños... que quedará potenciado por el amor mutuo de sus padres.
Fomentar la atracción
A la vista de cuanto estamos viendo, resulta fácil comprender que es un acto de virtud -de la virtud de la castidad, en concreto- hacer cuanto esté en nuestras manos para aumentar la atracción, también la estrictamente sexual, a y de nuestro cónyuge.
Particularmente, parece manifestación de buen sentido aprovechar el gozo entrañable que está unido al abrazo amoroso personal e íntimo para resolver pequeñas discrepancias o desavenencias surgidas durante el día, para poner fin a una situación de tirantez, o para relajarse en momentos en que la vida profesional o familiar de uno u otra generan especiales tensiones. Como consecuencia, entre otras cosas, ambos tendrán que prestar atención a su aspecto físico.
Como también resulta imprescindible, y estamos ahora ante una cuestión más de fondo y de conjunto, que ambos esposos sepan presentarse y contemplarse, a lo largo de toda su vida, por lo menos con el mismo primor y embeleso con que lo hacían en los mejores momentos de su etapa de novios. Obrar de otra manera, dejar que el amor se enfríe o se momifique, equivale a poner al cónyuge en el disparadero, propiciando que busque fuera del hogar el cariño y las atenciones que todo ser humano necesita la cualquier edad!... y que nunca deben darse por supuestos.
Situada en este horizonte vital, la mujer debe estar persuadida de que la fecundidad embellece y de que su marido posee la suficiente calidad humana para apreciar la nueva y gloriosa hermosura derivada de la condición de madre.
Ciertamente, la maternidad reiterada suele "romper las proporciones materiales" que determinados y superficiales cánones de belleza femenina pugnan por imponernos. Pero el menos perspicaz de los maridos, si se encuentra de veras enamorado, advierte el esplendor que esa "desproporción" lleva consigo; reconoce que su mujer es más hermosa -e incluso sexualmente más atractiva- que quienes se pavonean con un remedo de belleza reducido a "centímetros" y "contornos".
A poca sensibilidad que posea, un varón descubre embelesado en el cuerpo de su mujer, acaso menos vistoso: I) el paso de su propio amor de marido y padre; II) la huella de los hijos que ese cariño ha engendrado ¡Cómo no habría de sentirse cautivado por semejantes enriquecimientos!
Después de bastantes años de casado y de trato con otros matrimonios, en ocasiones experimento la necesidad de pedir a las esposas que se "conformen" con gustar a sus maridos... y gocen plenamente con ello. Que, sobre todo con el correr del tiempo, no pretendan "gustarse a sí mismas" son sus críticas más feroces- ni admitan comparaciones con sus amigas o con otras personas de su mismo sexo... y mucho menos con las más jóvenes. Que crean a pies juntillas a sus esposos cuando éstos le digan que están muy guapas, sin oponer siquiera en su interior la más mínima reserva... Toda mujer entregada -esposa y madre- debe tener la convicción inamovible de que incrementa su hermosura radicalmente humana en la exacta medida en que va haciendo más actual y operativa la donación a su esposo y a sus hijos.
Tú y solo tú
La otra cara de la virtud de la castidad, aparentemente negativa, pero derivada de la misma necesidad de hacer crecer el cariño mutuo, podría concretarse en la obligación gustosa de evitar todo lo que pudiera enfriar ese amor o ponerlo entre paréntesis, aunque fuera por unos minutos. Por tanto, el sentido de esa renuncia es eminentemente positivo: de lo que se trata, también ahora, es de que el amor conyugal madure y alcance su plenitud. No debería olvidarse este extremo si se quiere comprender a fondo el verdadero significado de la virtud de la castidad, su valencia de tremenda afirmación.
Si nos atenemos a quienes se hallan unidos en matrimonio, que son los que aquí estamos contemplando, esa afirmación, tomada en serio, se constituye en criterio claro y delicadísimo de amor al cónyuge. Para el hombre casado no puede existir otra mujer, en cuanto mujer, más que la suya. Obviamente, ese varón (y lo mismo, simétricamente, se podría afirmar de su esposa) se relacionará con personas del sexo complementario: compañeras de trabajo, secretarias, alumnas, coincidencias en viajes... Y la educación y el respeto le llevará comportarse con ellas con delicadeza y deferencia. Pero a ninguna la tratará en cuanto mujer -poniendo en juego su condición de varón, que ya no le pertenece-, sino exquisitamente en cuanto persona.
Y esto, que de entrada podría presentarse como en exceso teórico e incluso artificial y alambicado, tiene una traducción muy clara y operativa: todo lo que yo hago con mi mujer justamente por ser mi mujer debo evitarlo al precio que fuere con cualquier otra: lo que comparto con ella por ser mi esposa no puedo compartirlo con nadie más.
Aunque estemos ante personas aparentemente maduras, en este punto es muy fácil ser ingenuos. Pues, en principio, y después de unos cuantos años de tratar a diario con nuestra pareja en los momentos de alza y en los de bancarrota, cualquier otra mujer o cualquier otro varón se encuentran en mejores condiciones que los propios para presentar ante nosotros "intermitentemente" -en los aislados espacios de trato mutuo- su cara más amable. No nos los encontramos sin arreglar, recién levantados o levantadas, cuando podría incluso decirse que "simplemente no son ellos/as"; ni suelen estar cansados o cansadas, ni tienen que resolver con nosotros los problemas planteados por los hijos o los quebraderos de cabeza de una economía no muy boyante...
Arreglado o arreglada, dispuesto casi por instinto y con la más limpia de las intenciones a gustar y caer bien, pueden dar de sí lo mejor que poseen, sin que exista el contrapeso de los momentos duros y de flaqueza que por fuerza se comparten en el interior del matrimonio. Además, él o ella suelen ser más jóvenes y más comprensivos (entre otras cosas, porque no nos conocen a fondo), y se encuentran pasajeramente adornados con muchas prendas que, de manera un tanto artificial, engalanan su figura y su personalidad ante nuestra mirada -en esos momentos no del todo perspicaz-... y que el trato continuado y duradero sin duda devolvería a sus auténticas dimensiones.
Para redondear esta idea, y para ir terminando lo que de otro modo resultaría inacabable, añadiré que es bastante difícil que una mujer distinta de la propia deje de comprender los problemas que sufrimos en nuestro hogar y en nuestro matrimonio y de experimentar, al conocerlos, una sincera compasión por nosotros. Como también es improbable -aunque por motivos muy distintos- que un varón deje de entender los de una mujer casada si cede a que se los explique. En los dos casos es menester una categoría hoy por desgracia no muy frecuente para quedar mal y rechazar de manera educada pero decidida ese tipo de confidencias.
Y todo ello resulta, sin embargo, necesario para no enredar con la dicha propia y ajena y poner a nuestros "hijos" en un brete, vendiendo la grandeza profunda de una vida de familia vivida en plenitud por el superficial embeleso de unos momentos de satisfacción egocéntrica. El amor que empapa nuestro hogar nos llevará a eludir esas gratificaciones aparentes, con objeto de robustecer los cimientos de nuestra felicidad en el matrimonio.

11 consejos para enseñar a pensar a los hijos





Fuente: arvo.net
Autor: Luis Olivera

1. Lo primero es actuar de acuerdo con la verdad de las cosas.
Enseñar a los hijos a no engañarse, a ser sinceros, a actuar con coherencia. “Podemos conocer la química cerebral que explica el movimiento de un dedo, pero eso no explica por qué ese movimiento se usa para tocar el piano o apretar un gatillo” (Marcus Jacobson).Y “no podemos abaratar la verdad” (F. Suárez), devaluando su valor, como si fuera época de rebajas.
2. Un segundo es que “el entrenamiento es una exclusiva de la inteligencia humana” (Marina).
Hay que enriquecer el lenguaje, hay que fomentar el diálogo, el ejercicio mental de razonar, de defender una causa, de tener argumentos para las propias decisiones, y no hacer sólo lo que hacen los demás, como los borregos. Aprender a pensar es descubrir todo el inmenso poder que tiene la moda en el mundo y saber salir de la jaula mental en que puede encerrarnos. El pensador libre, es decir, el pensador, no debe sacrificar su libertad de pensar en el altar de la moda. Sacrificar la verdad en el altar de la moda es una de las perversiones más nocivas del pensador.. Sin embargo, con excesiva frecuencia se encarcela a la razón en la jaula de la moda. Entrenamiento y cultivo, dado que “la tierra que no es labrada, llevará abrojos y espinas, aunque sea fértil. Así sucede con el entendimiento del hombre” (Sta. Teresa de Jesús).
3. Ya que es imposible no equivocarse nunca, al menos, por utilidad y por deber, hemos de aprender de nuestras equivocaciones.
Si queremos aprender a pensar, deberemos descubrir el mundo tan humano del error. "Equivocarse es humano", descubrieron los antiguos. El error es el precio que tiene que pagar el animal racional.
4. Deliberar es la segunda etapa de la voluntad.
Seremos más inteligentes y más libres cuando conozcamos mejor la realidad, sepamos evaluarla mejor y seamos capaces de abrir más caminos. Sería un error pensar, observa Leonardo Polo, que el hombre inventó la flecha porque tenía necesidad de comer pájaros. También el gato tiene esa necesidad y, no ideó nada. El hombre inventó la flecha porque su inteligencia descubre la oportunidad que le ofrece la rama.
5. Mantener abierta nuestra capacidad de dirigir nuestra conducta por valores pensados.
Hay que pasar del régimen del impulso irracional al régimen de la inteligencia. Más que enseñar a pensar, la función de los padres ha de consistir en motivar a los hijos para que quieran pensar, por cuenta propia. Con actitudes positivas, las niñas se comen el mundo; con actitudes negativas, el pensar aparece como algo cansino; el actuar, como mediocre.
6. Enseñar a tomar decisiones. La inteligencia es la capacidad de resolver problemas vitales.
No es muy inteligente quien no sea capaz de decidir, aunque dentro de su refugio resuelva con soltura problemas de trigonometría. Si convenimos que educar es, esencialmente, crecer en libertad y en responsabilidad, aprender a decidir bien resulta uno de los aspectos claves de esa tarea: cuanta más capacidad de decisión, más libertad.
7. “Debemos recuperar de los niños, y fomentarla, la sana estrategia de preguntar continuamente.
Las tres preguntas fundamentales son: ¿Qué es? ¿Por qué es así? y ¿Ud., cómo lo sabe? Aristóteles definía la ciencia como “el conocimiento cierto por las causas”. Pues, habituarse a formular por qués. Los padres deben estimular, motivar, comentar y promover el clima adecuado para favorecer los hábitos intelectuales de sus hijas.
8. La inteligencia que planteamos tiene que saber aprender y, sobre todo, tiene que disfrutar aprendiendo.
Formular preguntas que ayuden a ser más reflexivos, a interrogarse sobre el pensamiento: ¿Por qué piensa el hombre? ¿Has pensado por qué recuerda cosas? ¿Pensamos mientras dormimos? ¿Qué es lo que más te hace pensar? ¿Puedes pensar en dos cosas distintas a la vez? Leonardo Polo define al hombre como un ser que, no sólo soluciona problemas, sino que además se los plantea. En efecto, el ser humano progresa planteándose nuevos problemas y buscando solucionarlos.
9. La inteligencia debe de ser eficazmente lingüística.
Ya gracias al lenguaje, no sólo nos comunicamos con los demás, sino con nosotros mismos. La inteligencia no se parece a una colección de fotografías, sino a un río. Río e inteligencia “discurren”. Nuestra lengua natural, la materna, es un río donde confluyen miles de afluentes. "La pluma y la palabra son las armas del pensador" (JA Jauregui): aprender a pensar es aprender a tocar dos instrumentos del pensamiento: la pluma y la palabra.
10. Fomentar la lectura y controlar el uso de la TV.
Ya que hablamos del vuelo de la inteligencia, se trata de “ser más inteligentes que la TV” (Jiménez). Los libros “tienen que ser obras que alimenten la inteligencia sin dejar seco el corazón”. O sea, que deben iluminar la mente con la verdad y no sumirla en las nieblas de la duda o en la oscuridad del error” (F. Suárez).
11. Urge encontrar tiempos para reflexionar, para pensar, que es menos trabajoso y más barato que otras necesidades que nos creamos.
Sobre el sentido último de la vida, de las cosas, del hombre, de Dios. Cuando Unamuno dijo que solía ir a pasear con pastores de ovejas para aprender a pensar, para deshacerse de prejuicios y dogmas de escuela, todos se rasgaron las vestiduras. Sin embargo, Unamuno era sincero. Un pastor de ovejas tiene tiempo para pensar, para dar rienda suelta a su imaginación y descubrir nuevos horizontes filosóficos que no ha visto nunca ningún otro filósofo.Fernando Corominas dice que hay que “sentar” en la mente y en el corazón de los hijos las cosas buenas, antes de que les lleguen las nocivas. Es llegar antes, es educar en futuro. Siempre que nos abandonamos, retornamos a la selva. La selva de la que hablo metafóricamente es siempre una claudicación de la inteligencia.

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miércoles, 6 de febrero de 2013

MENSAJE SOBRE EL ABORTO


ESCUELA DE LOS PADRES 3ra PARTE





LA   COMUNICACIÓN                 
         El tema de la comunicación se transforma en punto central y de trascendencia capital en la convivencia social. Partamos del hecho de que en todo comportamiento hay comunicación y de que toda comunicación es un vehículo de información que genera lazos de relación entre los miembros de un sistema. Por ello mismo, la comunicación es algo que permeabiliza la vida de relación entre los humanos, hasta tales límites que la hace inevitable en cualquier situación.
        Desde esta plataforma, la comunicación existe para el ser humano desde el mismo momento de su nacimiento. La relación madre-hijo está cuajada de mensajes. Parece, incluso, que el mismo amor materno es ya un producto de la comunicación que se establece entre el niño y la madre que lo da a luz, máxime si se tiene en cuenta que no sólo existe un lenguaje comunicativo expresado verbalmente, sino que hay muchos códigos a través de los que se verifica la transmisión de mensajes y la emisión y recepción de información.
        Sin entrar en el tema de la comunicación profunda que acontece a lo largo de los primeros meses de vida del niño, para lo cual la literatura científica está suficientemente enriquecida (SPITZ, BOWLBY, HARLOW, LORENZ), interesa destacar aquí que ya en el comienzo de la familia y en los entresijos inconscientes de la misma elección de pareja, hay vinculaciones ocultas con lo que han sido las primeras conexiones comunicativas del ser humano con la figura representativa de la madre en las que, por supuesto, no hubo contenidos traducidos en comunicaciones verbales, sino contenidos emocionales envueltos en mensajes no-verbales que llegaron profundamente al mundo afectivo del recién nacido.
                        Por estas razones, la comunicación es un verdadero encuentro que va desplegándose a lo largo de la evolución del ser humano.
        De ahí que pueda hablarse de la comunicación en un contexto en el que tienen lugar varios tipos de "encuentros":
        1.- Encuentro biológico.- el del recién nacido con la madre, que no se limita a lo estrictamente biológico, sino que se convierte en camino hacia la percepción de ciertas pautas ambientales y culturales.
        2.- Encuentro personal.- del ser humano con el mundo interno del "otro", según las distintas fases de desarrollo en que se encuentre y realice. Entran aquí los "encuentros" con las figuras significativas de la infancia, padres, adultos, modelos idealizados, etc.
        3.- Encuentro cultural.- mediante la percepción de pautas y modelos que facilitan la incorporación a las estructuras neuropsíquicas de lo que en el mundo entorno constituye pautas de conducta, normas culturales, fidelidad a modelos transmitidos, estilos de vida, valores, etc.
        4.- Encuentro trascendental.- con realidades de tipo superior en las que se armonizan estructuras ya aprendidas, pero siempre necesitadas de una más adecuada integración con lo que se va adquiriendo progresivamente.
        Sobre estos cuatro pilares se consolida la "confianza básica" que, por su parte, va a convertirse en el germen del
        5.- Encuentro consigo mismo.- en él se formará la propia identidad que va a servir de apoyo para la seguridad personal (quien soy, qué quiero, de qué soy capaz) que hará posible la apertura de vías de contacto con el mundo y con los otros desde una cohesión interna que es fundamental para la madurez personal y la madurez de las relaciones interpersonales.
        Comunicación y encuentro se entrelazan así para reforzar el sistema relacional que permite los contínuos intercambios y la emisión y recepción de información que hará inagotable el perfeccionamiento del ser humano.
 
        I.- Tipos de comunicación.
        Pueden distinguirse dos grandes tipos de comunicación que, a su vez, abarcarán otros aspectos complementarios sobre los que es preciso tener algunos conocimientos para su mejor utilización y puesta en práctica.
        Estos dos grandes tipos son los siguientes:
-         Comunicación verbal.
-         Comunicación no verbal.
                       Cada uno tiene su dinámica, su contenido y sus peculiaridades. No siempre van unidos, y de su discrepancia o de las posibles distorsiones que se introduzcan en su empleo, pueden derivarse dificultades que afectan a la relación o conflictos que amenacen la estabilidad en el mismo buen deseo de la práctica de la comunicación.
        La comunicación verbal:  este tipo se realiza de manera continua. También lo pone en juego la pareja que se acerca a la constitución de un sistema familiar. Consiste básicamente en la transmisión de información - del tipo que sea- mediante formas verbales, al tiempo que proporciona al otro un conocimiento exacto de lo que se transmite, aunque tal conocimiento es puramente intelectual y muchas veces está desprovisto de elementos esenciales para el establecimiento de una verdadera relación interpersonal.
        Constituye un nivel primario de comunicación y se centra en "lo que se dice". La base de este tipo de comunicación está en la utilización de conceptos comprensibles para el receptor de la misma.
        La dinámica consiste en que el contenido que se transmite se vincula al objeto de la transmisión de manera clara y comprensible. Es una dinámica semejante a la que en el lenguaje cibernético se denomina comunicación digital.
        Las características o peculiaridades pueden sintetizarse del modo que sigue:
a)      Lo comunicado se vincula al objeto de modo claro.
b)      Lo que se transmite se hace mediante palabras inteligibles para el receptor.
c)      Utiliza conceptos.
d)      Los mensajes que envía son mensajes de contenido.
e)      Es un vínculo de transmisión de cultura.
f)        Cuando se transmite un sentimiento o una emoción se hace expresando el estado de ánimo con palabras.
 
La comunicación no verbal:
        En este tipo de comunicación la información que se transmite viene expresada en formas no-verbales, lo que obliga al receptor a traducir de algún modo el lenguaje codificado que le llega.
        Constituye un nivel de verdadera metacomunicación y su variedad es amplia y diversa: el tono de voz, los gestos, la postura del cuerpo, el mismo silencio que se adopta cuando se "decide" "no comunicarse", la enfermedad, el "lenguaje sintomático", la agresividad, el deseo de huida de un ambiente o grupo, el afirmar "no quiero saber nada de.."
        Constituye un nivel secundario de comunicación y se centra en lo que se dice con gestos o lenguaje corporal.
        La base está en lo aprendido en las etapas preverbales de la maduración personal, en las cuales aprendemos de nuestros padres -tal vez más de la madre, aunque no exclusivamente- inflexiones de voz, tono, ritmo, cadencias, contacto de las manos, movimientos del rostro, expresión del mismo, ruidos, etc.
        La dinámica se centra en que lo que se transmite se vincula al objeto de la transmisión de modo confuso y, por ello, necesitado de cierta traducción en función del contexto en que se exterioriza tal comunicación. Equivale a la comunicación analógica del lenguaje cibernético.
        Las características o peculiaridades pueden reducirse a éstas:
a)      Lo comunicado se vincula al objeto de manera no siempre inteligible.
b)      Lo que se transmite se hace mediante gestos, posturas o movimientos que el receptor debe convertir en lenguaje interno que le resulte comprensible.
c)      No utiliza conceptos, sino que emplea signos (síntomas, corporeidad, etc).
d)      Los mensajes que se envían son mensajes de relación.
e)      No transmite nociones ni cultura.
f)        Lo que se envía puede comprenderse de muchas maneras, hasta tal punto que evoca distintas emociones según el receptor o el contexto en que se encuentra este.
                        En la comunicación del sistema familiar esta doble manera de hacerlo provoca sistemas sanos o sistemas complejos en los que los planos de relación se entremezclan hasta situaciones complicadisimas.
        A ello hay que añadir que la interferencia de ambos tipos en muchas secuencias comunicativas provocan conflictos que, de ignorar esta óptica, resultan inexplicables o incomprensibles. Muchos "malentendidos" a nivel de pareja o de relación intrafamiliar se derivan de una mala traducción del lenguaje "no verbal", asó como de una parte de mensajes que llegan por el conducto "verbal" mientras que otra parte del mismo mensaje viene en forma "no verbal". Aquí se oculta el fenómeno del doble vínculo.
        Fácilmente se adivina que estos tipos de comunicación dan lugar a una serie de fenómenos que no pueden ignorarse para orientar bien el funcionamiento de un sistema que comienza a funcionar. Por ello hay que detenerse en algunos de los más importantes.
        En el siguiente esquema quedan recogidos los más importantes:
 
                              
                                   COMUNICACIÓN                    
        VERBAL                             NO  VERBAL                                                      MENSAJES                                                              De contenido                               De relación
 
              Palabras                                     Símbolos, Gestos,                                                              Signos, Símbolos
 
        LENGUAJE DIRECTO                               LENGUAJE CIFRADO
                VERBAL                                 CODIFICADO
         Siempre significa lo mismo                 El significado depende del
                                                       "contexto"/receptor
 
        LA COMUNICACIÓN  ES                         LA  COMUNICACIÓN SE HACE
        EVIDENTE Y CLARA     "METACOMUNICACION"
 
        No necesita traducción                Necesita  traducción
 
 
 
 
 
 
                              
                               CONFLICTOS  Y MALENTENDIDOS
                               EN LA  COMUNICACIÓN                                                                                                                                   
 
 
                               EL   MENSAJE
                                       Tiene
 
        Una parte verbal                        Una parte no verbal
 
 
                               EL  MENSAJE ENCIERRA                                              UN DOBLE  VINCULO
 
        Aquí se afirma algo     Aquí se niega lo afirmado verbalmente
 
 
 
                               EL  MENSAJE  SE  ACOMODA
                               A   REGLAS
 
        Reconocidas                                      Implícitas pero no reconocidas
        Explícitas                                   Secretas
        Acordadas                                 "Metarreglas"
 
        Se ve, pués como el fenómeno de la comunicación se apoya, para su sana o inadecuada utilización, en otros fenómenos: tipos de "mensajes", presencia o no de "dobles vínculos", así como "reglas".
 
        II.-  Los niveles de comunicación.
 
        Operativamente parece oportuno reducir a tres los niveles en que puede establecerse la comunicación:
 
-         Comunicación informativa.
-         Comunicación racional.
-         Comunicación emotiva, profunda.
 
a) La comunicación informativa: se da siempre que la información que se
hace de manera convencional, fría, en la que sólo se dice "lo que ha sucedido". Simplemente se informa de lo que se ha hecho, visto, oído o realizado. Gráficamente se dice que es una comunicación "tipo telediario", que informa y nada más. Nunca sabemos lo que lo transmitido supone para quien lee la noticia o para quién la ha creado.
Aquí predomina, lo convencional, lo cotidiano, rutinario, lo externo.
                         b) La comunicación racional: se da siempre que al tiempo que se transmite datos o hechos se comunican algunas consideraciones de tipo especulativo, reflexivo o intelectual al hilo de la noticia dada. Encierra un cierto contenido formativo, o manipulativo, ya que al transmitir el hecho se pretende, en alguna medida, actuar sobre el otro.
 
        c) La comunicación emotiva y profunda: es aquella en la que , al tiempo que se dan datos se transmiten sentimientos, afectos, emociones, estados de ánimo, del que comunica. Hay por ello, una cierta manifestación de la intimidad personal que se desvela a propósito de aquello que se relata o dice. Es una comunicación autorreveladora del sí mismo. No sólo da uno noticias o datos ; se da uno - de algún modo- a sí mismo.
        Hay que advertir que este nivel de comunicación adopta muchas veces el lenguaje no verbal ya descrito.
 
        III.- Perspectivas de la comunicación.
 
         Existen dos perspectivas principales desde las que se puede acercar uno al tema de la comunicación, y que están tras las diversas conceptualizaciones de la misma. Pudiendo así establecerse:
a)      La perspectiva mecanicista:
                        Los que miran desde esta perspectiva, piensan que comunicarse es, ante todo, enviar un mensaje que desde una fuente de información debe llegar a un receptor. Piensan también que el mensaje llegará de una manera o de otra dependiendo en gran medida del canal o vía de comunicación que recorra. Así cuando dos hablan, lo que sucede es que uno de ellos (fuente) envía a otro (receptor), un mensaje a través de un canal (palabras, un escrito, gestos, etc..). Claro que para que haya una buena transmisión deberá usar un código de señales que el otro pueda desentrañar y entender (decodificar), y deberá procurar que en el ambiente no se den demasiados estorbos a una buena recepción(que no haya ruidos)
 
 
Codifica mensaje                                       Codifica respuesta
Fuente                              Ruido                        Receptor
Descodifica                        Descodifica mensaje
  
        Como se ve, los que defienden que éstos son los elementos importantes en la comunicación, piensan que una comunicación es buena si es de "alta fidelidad". Es decir, si el mensaje que yo quiero comunicar llega muy nítido al otro. Es una perspectiva que se preocupa mucho de buscar qué ruidos pueden estorbar desde afuera al hecho de que yo sea entendido, y a que entienda, a la vez, la respuesta de mi interlocutor. Cuida mucho de determinar qué canal es el adecuado para cada ocasión, y qué lenguaje es el más pertinente. En realidad los especialistas en comunicación de masas suelen estar muy al tanto de todas estas cosas para perfeccionar su trabajo, para hacer más efectiva la propaganda, para llegar con sus discursos a más personas, para lograr ser entendidos y escuchados cada vez mejor.
 
b)      La perspectiva social:
 
                        Los que contemplan la comunicación más como un "encuentro" entre personas que como un intercambio de mensajes, piensan que encontrarse verdaderamente con otro es algo más misterioso y menos exacto que lo dicho hasta ahora. En su opinión, en cada mensaje que lanzamos estamos presentes cada uno de nosotros en su totalidad. Y lo importante no es que tú entiendas lo que yo te digo, sino que me entiendas A MI. Por eso, puestos a representar lo que quiere decir comunicarse en un esquema como el anterior, tendremos que hacerlo de la siguiente manera:
 
 
                        YO                                   TU
 
                                       FILTROS
        Me expreso / te interpreto   Te expresas / me interpretas
 
        Tu y Yo, presentes en un mundo lleno de muchos pequeños o grandes mensajes, y siendo a nuestra vez un manojo de mensajes cada uno para el otro, queremos llegar a encontrarnos. Para lograrlo no es precisamente al ruido de los estorbos exteriores al que tenemos que vencer. La gran dificultad está en los muchos filtros que nos envuelven, nos disfrazan, y no nos dejan aparecer de forma transparente ante nuestro compañero de viaje. El caballo de batalla de la comunicación no está en que nuestros mensajes estén bien formulados, o en que encuentren el canal adecuado, sino en que Tu y Yo logremos que todas las capas de prejuicios, de defensa, o de miedos, que enmascaran lo que somos, sirvan para expresarnos más que para ocultarnos. Porque comunicarse bien con otro es el que se comunica bien consigo mismo.
 
        IV.- Los filtros de la comunicación.
 
        Los principales filtros que siempre están presentes de una u otra manera en la comunicación son los siguientes:
 
a)      La imagen propia:
                         Todos tenemos una imagen de nosotros mismos, un concepto propio que hemos ido elaborando a lo largo de los años, debido, en gran parte, a las opiniones de las personas que nos han tratado a lo largo de la vida. Esta imagen nos da identidad, y con ella la seguridad de saber qué pueden los demás esperar de nosotros y cómo podemos responderles. Por eso tendemos con tanta fuerza a mantener nuestra propia imagen inalterada, y por eso lo que la amenaza se vive como un peligro importante. Cuántas veces el hecho de mantener la imagen propia nos lleva a seleccionar bien lo que mostramos y ocultamos, el cómo aparecemos y cómo nos expresamos. En verdad la propia imagen, de forma más o menos consciente, es el mayor filtro de nuestra comunicación.
 
        b)La imagen que tenemos del otro:
        Nadie aparece ante mí de forma neutral o totalmente improvisada. Mi experiencia me hace verle, ya desde el primer momento, como superior o inferior, como cerrado o abierto, y yo me adapto espontaneamente a esta persona concreta.
               
c)La definición de la situación:
                        Es vital aclarar cómo llamamos a una situación porque, aun sin proponérnoslo, tiene un nombre que está condicionando el tono, la profundidad, el contenido de toda nuestra relación. Y quizá, si no tenemos la misma definición, se pueden estar generando solamente incomprensiones y desencuentros.
 
        d)Sentimientos, motivos o cultos (lo no verbal y el "arco de distorsión"):
                        Es muy claro cómo influyen, en la selección de lo que mostramos, nuestros sentimientos y motivos más profundos. En realidad, en cualquier manifestación que hacemos, además de decir eso que queremos decir, estamos manifestando necesidades personales e impulsos ocultos, sentimientos que nos inundan en ese momento, y que quizá ni advertimos en nosotros.
        Por eso se ha hablado de que, siempre que hablamos, montamos lo que se llama "arco de distorsión" que es la distancia que se da entre lo que yo te digo conscientemente, y lo que te digo de mí aún sin querer hacerlo.
 
 
 
 
Te quiero comunicar algo concreto                             Tu    quizá lo recibas    
 
        YO                                                           ARCO
 
                Te  comunico otra cosa mía aún sin querer                                 Tu      recibes esto
                                                               Sin duda
                                                      
        Yo siempre comunico algo más de lo que pretendo. A menudo este "otro" mensaje, que transmito de forma no verbal, por medio de gestos, tono de voz, posturas, sudor en mi frente..., distorsiona mucho mi encuentro contigo, y crea en ti una perplejidad y un no entender. Es lo que sucede cuando yo te digo que no te preocupes, que estoy tranquilo, con una voz quebrada por la emoción. O cuando alguien habla muy autoritariamente de democracia. Se suele decir que solamente se comunica bien aquel que logra "cerrar" sus arcos de distorsión, y llega a eliminar la duplicidad en lo que dice y lo que es.
 
        V.- Los sistemas de comunicación.
 
        Es un aspecto que afecta a los tipos y niveles aludidos, y que siguiendo el esquema que ha adaptado P. SCHILLER, sobre ideas de W.F. HILL, clasifica:
 
 
        I                           II
        Convencional                                     Directivo
        Sociable                                    Persuasivo
        Cotidiano                                   Condescendiente
        Rutinario                                   Cerrado
 
        III                          IV
        Especulativo                                      Abierto
        Intelectual                                 Auto-revelador
        Reflexivo                                   Auto-responsable
        Serio, pero seguro                              Serio, con riesgo.
 
        Las características de cada uno de estos cuatro sistemas son las siguientes:
        I: En este sistema de comunicación lo que sucede es que la relación que se establece para manejar realidades es superficial en la que nadie entra en los sentimientos de los demás.
        Por decirlo de un modo gráfico, se tocan cosas, pero no se tocan nada los sentimientos.
        II: Hay un diálogo manipulativo, ya que se busca por muchos procedimientos que el otro haga lo que uno pretende.
        No se asoma uno a los sentimientos de los otros, sino que se contemplan los que a uno le agradan y en función de ello se toman decisiones que afectan a los demás.
        III: Hay una posibilidad de apertura, de confidencias, aunque sea en un nivel cargado de intelectualidad y de factores racionales. Hay, no obstante, un mayor respeto por los otros, aunque persista el temor a entrar en el mundo de los sentimientos. Se habla, se razona, se dan explicaciones, se busca la razón lógica, fría y un tanto calculada de lo que se dice, se hace, se transmite.
        Hay un intento de acercamiento, aunque muy tímido. Se abre una puerta hacia lo confidencial, pero fácilmente queda bloqueada por el peso de lo racional.
        IV: Es el tipo de comunicación más positiva. Hay apertura y compromiso de lo que cada uno tiene dentro de sí mismo. Se revela y manifiesta algo del interior, se compromete al expresar sentimientos.
        Hay un verdadero contacto con el sentimiento de los otros desde la profundidad y el riesgo de expresar los sentimientos propios. Se respeta el mundo emotivo de los demás.
 
                                       Domingo  Delgado  Peralta
Orientador, Terapeuta y Mediador Familiar..





ENSEÑAR  “PACIENCIA”  A  LOS  HIJOS
        La mayoría de los padres cuando nos enfrentamos a la natural tendencia de los hijos a la impaciencia, a querer las cosas en el moemnto, solemos hacer concesiones equivocadas, poco educativas y nada edificantes para la educación de los mismos.
        Los hijos no son tontos, y tantean a los padres en orden a una inmediata satisfacción de sus caprichos y deseos. Dándose la paradoja que en muchas casas son ellos los que mandan realmente, convertidos en pequeños dictadores dándoles a los padres todo tipo de quebraderos de cabeza.
        Tal actitud –que implica una debilidad ante el capricho- es una excelente forma de estropear la educación de los hijos, porque cuando se enfrentan a la vida lo hacen engañados, creyendo que el resto del mundo debe comportarse con ellos como su padre o su madre. Y dado que no resulta así, sufren un gran impacto negativo.
        Es falso que la negativa o el retraso de peticiones de los hijos generen frustraciones, ni traumas infantiles de ulterior repercusión en su vida de adultos.  Tal afirmación entraña una pedagogía falsa y peligrosa, como la que aconseja respetar abiertamente la espontaneidad de los hijos, fomentarla y subordinarse a ella rindiéndole obediencia.
        Sólo los multimillonarios y los tiranos, en cierta medida, consiguen todo lo que quieren con rapidez. Las personas normales están acostumbradas a guardar fila, a trabajar con plazos, a ahorrar, a diferir las decisiones, a renunciar, a contener sus ímpetus..; y se evidencia el esfuerzo de ciertos logros tras un trabajo denodado, o una espera prudente tras la correspondiente maduración, etc. Por lo cual, es necesario educar a los hijos en la espera, en la paciencia, enseñándoles a esperar, presentándoles cómo normalemente en la vida transcurre siempre un tiempo más o menos largo entre lo que deseamos y su logro, que no siempre se cumple.
        De tal manera, que aleccionándolos en paciencia, espera, se les induce a la perseverancia, de manera que no arrojen la toalla a las primeras dificultades que aparezcan. Se les estimula a la voluntad del esfuerzo, muchas veces necesario para la consecución de objetivos. No se trata de obligarles a realizar actividades que no sean de su agrado, pero si queremos formentar en ellos la virtud de la constancia, conviene que aprendan a superar las dificultades razonables que conlleva cualquier actividad.
        Consecuentemente, resulta aconsejable hacer esperar un poco a los hijos, aún cuando tuviéramos disponibilidad de atender inmediatamente la demanda de éstos. Deben aprender a aguantarse, a contenerse en sus propios impulsos de manera que los vayan regulando con el uso de la inteligencia, bajo la orientación de educadores y padres, explicándoles las razones objetivas por las que merece la pena este esfuerzo.
        Tal actitud, requiere dosis de paciencia por parte de los padres, y cierto sentido del humor. Todo se hace más fácil si hacemos esperar con una actitud abierta, franca, sincera y agradable, gastando bromas incluso si resultara necesario sobre la tozudez con la que los hijos reiteran sus demandas. No perdiendo la calma y mostrando serenidad y firmeza, se les hace a los hijos un gran bien.